«Original es volver al origen». Así rezaba el comunicado del Restaurante «El Torreón» de Tordesillas, que llegó a nuestra redacción los pasados días y que tanto llamó nuestra atención. Durante nuestra visita a la Villa del Tratado, acudimos con curiosidad a dicho establecimiento que, durante 37 años, se ha granjeado una exitosa fama en la localidad tordesillana. La originalidad conseguida al servir las carnes a la brasa con «la lluvia de sal», va camino de convertirse en toda una tradición. Y es que su gerente, Jeremías de Lózar, a modo de ritual, lanza una auténtica lluvia de perdigones de sal gorda a una distancia de dos o tres metros sobre la carne, la mesa y en ocasiones sobre el mismo comensal.
«El Torreón de Tordesillas», un lugar elegante y una cocina sin artificios
Nada hace presagiar lo que descubres una vez que estás dentro. La fachada dice más bien poco, pero el interior está lleno de sorpresas. Nos recibe Jeremías de Lózar con una amplia sonrisa y la confianza que le da a uno llevar toda la vida en el negocio. A él le gusta que le llamen tabernero, porque según él todos necesitamos uno de confianza. Nos comenta que, junto a su esposa Mª Ángeles, llevan más de 37 años al frente de El Torreón de Tordesillas.
Una mirada alrededor basta para darse cuenta de que el negocio y el servicio al cliente les sigue importando. Los salones están decorados en un ambiente clásico pero actualizado (han sabido renovarse, sin morir en el intento) junto a cuadros de diferentes estilos y tamaños que forman parte de los regalos y recuerdos que han recibido ambos a lo largo de su trayectoria.
Se abre la puerta y discretamente giramos la cabeza para ver quien entra. Se trata de un político bastante conocido (no diremos el nombre) que llega acompañado. Jeremías le saluda como si fueran amigos de toda la vida. Para que este personaje esté aquí, es que el servicio debe ser bastante bueno, pensamos. No fallamos. En pocos minutos comienzan a desfilar por nuestra mesa varios platillos para ir abriendo boca. Morcilla de burgos, choricito picante, mi-cuit de pato y el que fue nuestro entrante favorito: Queso frito con pimientos dulces.
La tradición de repartir sal y suerte
Llega el momento de las carnes. Nos presentan chuletillas de lechazo en una preciosa vajilla con ribetes dorados con un cloche cubriendo el plato. La jarra tampoco desmerece, pues bien parece sacada de la famosa serie de «Juego de Tronos». Para sentirte como un conde, un marqués o la etiqueta que quieras darte, que en eso no nos metemos.
A continuación recibimos el chuletón de vacuno, una contundente pieza de carne hecha a la brasa y en su punto. El punto perfecto que sabe darle alguien que lleva toda vida en los fogones. El camarero nos mira. De la mano lleva una bandejita de madera con sal gorda. Nos pregunta si estamos preparados para recibir la lluvia de sal. Primero lanza un puñado al chuletón como quien no quiere la cosa, pero después se le va la mano (sin querer, queriendo), haciendo que la sal llegue a la mesa, al resto de platos y al brazo de una servidora. Sonríe el camarero y nos dice que trae suerte. ¿Será cierto? Sin dudarlo, nos lanzamos a trinchar el chuletón, no sea que se enfríe…
Como dice Jeremías “El servir a los demás es lo mío. Poder atenderles, darles de comer, servir para algo, recibir a la gente y despedirla.” Es un restaurador de esos que llama cada día al pastor que le suministra la leche con la que elabora sus quesos, o a su jardinero para que recoja las hortalizas que va a servir en el menú del día. Es de esos que prefieren no hacer las cosas que hacerlas mal.
Si has llegado a este punto ya sabrás que es un lugar recomendable para pasar una buena velada, darte un homenaje, impresionar a alguien o cuando tengas algo que celebrar. La cocina, como ves, es auténtica. Sin artificios. Puedes consultar aquí la carta. Verás que no mentimos.
Antes de terminar nos sugieren como postre tomar leche helada. Una delicia fresca para acabar con ese toque dulce en la boca que a los golosos tanto nos gusta. Nos marchamos complacidos del restaurante eligiendo la compañía para la próxima vez que pasemos por allí. Desde luego que ésta no es la última. Y esperemos que no muy lejos en el tiempo.
¿Has estado allí? Cuéntanos tu experiencia con un comentario más abajo. Estamos encantados de leerte…
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